martes, noviembre 21, 2017

La increíble historia de la última princesa Romanov, que vivió y murió en Montevideo

En medio de las conmemoraciones de los cien años de la revolución comunista en Rusia, es poco conocido en la Argentina que vivió muchos años en Uruguay, donde murió a los 92 años, la última heredera de la familia Romanov, sobrina segunda y ahijada del zar Nicolás II, masacrado junto con su esposa la zarina y sus cinco hijos en Ekaterimburg por los bolcheviques, el 17 de julio de 1918. La historia de Su Alteza Serenísima princesa de sangre imperial Ekaterina (Catalina) Ioánnovna Romanova, ha vuelto a las crónicas públicas gracias a artículos de la agencia rusa Sputnik y al libro de Gregory Korolev “Los rusos en Uruguay – Historia y modernidad”, que le fue encargado por un ente oficial de Moscú.
Se trata de una historia marcada por la tragedia de la represión a los aristócratas, sobre todo a los parientes de la familia Romanov, que durante tres siglos controló el poder en Rusia, hasta que fue exterminada por los vientos revolucionaros que culminaron en la toma del poder por los bolcheviques, el 7 de noviembre de 1917, del Palacio de Invierno de San Petersburgo, la capital del imperio, que había sido fundada siglos antes por Pedro el Grande.
 
Ekaterina Romanova había nacido el 25 de julio de 1915 en el histórico palacio de Pávlovsk, uno de los principales de la familia imperial en la zona de San Petersburgo, que Catalina la Grande regaló a su hijo, el futuro zar Pablo I. Era tataranieta del zar Nicolás I, que reinó entre 1825 y 1855. En sus primeros años de vida pasaba mucho tiempo jugando con el heredero al trono, el zarévich Alexei, asesinado en la masacre de Ekaterimburg junto con su familia. Al día siguiente de aquella tragedia, el 18 de julio de 1918, en medio de la guerra civil que siguió a la revolución rusa, en la ciudad de Alapáevsk, fue ejecutado el padre de Ekaterina, el príncipe Joan Konstantinovich, junto con media docena de grandes duques y príncipes de la dinastía Romanov.
Este hecho causó un gran trauma en la vida de la princesa Ekaterina del que no logró reponerse por el resto de su vida al recordar aquellos sucesos de cuando era una niña.
De Moscú a Carrasco
Su madre, la princesa Elena Petrovna, hermana de Alejandro el Unificador, rey de Yugoslavia, se hizo arrestar en un intento inútil de salvar a su esposo. Estuvo detenida en el Kremlin de Moscú y gracias a la intervención de la embajada de Noruega consiguió ser liberada y obtuvo el permiso para irse de Rusia. Su madre, abuela de Ekaterina la llevó a ella y a su hermano mayor Vsevolod a Suecia. Más tarde, la princesa Elena se trasladó con los hijos desde Suecia a su patria, Serbia, donde residieron ocho años. Para dar a los niños una buena formación, fue a vivir a Francia y después a Gran Bretaña. En su libro, Gregory Koriolov recuerda que la famosa Ninette de Valois daba clases de ballet en Londres a la princesa Ekaterina.
La increíble historia de la última princesa Romanov, que vivió y murió en Montevideo
Ekaterina Ioannovna Romanova heredera de la dinastía Romanov muerta en Uruguay el 2007./ Reproducción del libro "Los rusos Uruguay: historia y actualidad".
Inglés y ruso fueron los idiomas que mejor dominó la descendiente de los Romanov, aunque también aprendió el francés, el serbio, el italiano y el español.
Con su madre, Ekaterina viajaba con frecuencia a Italia donde conoció al marqués Ruggiero Farace de Villaforesta, un diplomático de carrera con el que se casó en 1937, a los 22 años. Del matrimonio nacieron Nicoletta (1938), Fiametta (1942) y Giovanni (1943).
En 1963, la cancillería italiana envió al marqués Farace como embajador al Uruguay, donde la familia permaneció hasta la muerte del marqués, en 1970. En 1966 su hija mayor Nicoletta se casó con un empresario uruguayo y sigue residiendo en Montevideo. Su hermana Fiammetta se fue a vivir a Estados Unidos y su hermano Giovanni a Francia.
Tras enviudar, la princesa Romanova fue a vivir con su hija Fiammetta a Estados Unidos, pero visitaba con frecuencia a Nicoletta en Uruguay y veía a sus nietos. En 1981, Ekaterina (Catalina) decidió radicarse definitivamente en el barrio de Carrasco, en Montevideo, donde viven muchos ricos uruguayos. También iba varias veces por año a Punta del Este.
La vida, entre la pintura, gatos persas y nietos
Recuerdan que la princesa “pintaba mucho e invariablemente tenía gatos persas, pero dedicaba la mayor parte del tiempo a educar a sus nietos y a la lectura. Era una apasionada por la música clásica y el cine. Tenía una vida social en la colectividad británica de Uruguay”, escribe Koroliov en su libro.
La princesa puso también en el centro de su vida la fe religiosa. Desarrolló una cercanía espiritual con el padre Vladimir Shlenev, sacerdote de la Iglesia Ortodoxa Rusa, quien como ella se había criado entre los emigrados rusos.
Koroliov escribió que Ekaterina “amaba ardientemente a Rusia y seguía con atención las noticias de nuestro país. Escuchaba las emisiones de los discursos del presidente Vladimir Putin y se los traducía literalmente a su hija Nicoletta y a sus nietos”.
La increíble historia de la última princesa Romanov, que vivió y murió en Montevideo
Katerina Ioannovna Romanova. Reproducción del libro "Los rusos Uruguay: historia y actualidad".
El fuerte estrés emocional, que los médicos estimaron “demasiado fuerte”, cuando recordaba la historia de su familia, jugó un papel determinante en su decisión de no viajar a San Petersburgo cuando en 1998 los miembros de la Casa Romanov fueron invitados al entierro de sus familiares ejecutados ochenta años antes. En su lugar viajó a representar a la familia en la ceremonia su hija Nicoletta.
La princesa murió el 13 de marzo de 2007 en Montevideo a los 92 años. Sus familiares y amigos organizaron una ceremonia privada con la participación del padre Vladimir. Con su muerte se cortó también por línea femenina la dinastía Romanov Konstatinovichi.
Pocos meses después, en la catedral de la histórica fortaleza de San Pedro y San Pablo que alberga en su catedral los restos de la dinastía Romanov, se llevó a cabo una misa de réquiem en memoria de la Princesa Ekaterina. En la capital rusa, el Patriarca de Moscú y Toda Rusia bendijo en una misa la memoria de la última heredera de la dinastía que por tres siglos gobernó Rusia, hasta la revolución de 1917.